Maite Villalona Ceballos y Gessica Lavatelli

Debido a la singularidad geomorfológica de nuestra isla, caracterizada por playas y balnearios de morfología única, el turismo de sol y playa se ha consolidado como el principal atractivo turístico de la República Dominicana. No obstante, el desarrollo urbanístico utilizado por el sector hotelero ha provocado un progresivo deterioro en las costas del país

Uno de los mayores retos en la conservación del medio ambiente se presenta en las zonas costeras. Las costas albergan importantes ecosistemas, como los bosques de manglares y los bosques de playa, que constituyen recursos naturales de gran valor para nuestra tierra. Sin embargo, el crecimiento del turismo de lujo y de masas en los destinos de sol y playa ha puesto en peligro estos ecosistemas. La mayoría de los hoteles de playa se construyen sin respetar el entorno natural de los bosques costeros que ocupan. Las edificaciones en primera línea de costa, que buscan maximizar la capacidad turística y relacionar de manera directa la infraestructura hotelera con la playa, a menudo resultan en la deforestación y degradación de estos bosques. 

Debido a esto, se plantea la necesidad de adoptar un nuevo modelo de alojamiento en el turismo de lujo de sol y playa, en el que las infraestructuras hoteleras se adapten al entorno en lugar de modificar el entorno para adaptarlo a ellas. Este enfoque busca crear espacios arquitectónicos donde el lujo se manifieste en la calidad espacial y en experiencias únicas para los usuarios, permitiendo disfrutar del entorno natural y promoviendo la cultura local. Este modelo apuesta por reducir el impacto ambiental y el derroche de recursos sin sacrificar la calidad de un servicio 5 estrellas, donde el paisaje y su ecosistema sean los protagonistas de este nuevo turismo.